Soy mi sombra, y huía de mi mismo.
Esa sombra, de la que huía, me ha alcanzado; por fin. No hay paz, ni esperanza, ni consuelo.
Ahora
lo reconozco. El engaño de querer sentirse acompañado cuando no es
posible, la ilusión de aullentar una soledad que es parte de mí, que soy
yo, causa dolor en mí y a mi alrededor.
He tocado fondo.
Sólo ansío
ahora esa soledad que me dolía y me desgarraba y que ahora reconozco
como parte de mi yo. Qué espanto de Navidad hiriente.
Pienso en borrar estas líneas que me hacían sentir falsamente acompañado. No son más que otro auto engaño.
Hace
años quise escribirte, para darte algunas claves que te permitiesen
entender, para acercarte en el futuro unos retazos de historia, de quién
soy yo, de quien eres tú. Pero pronto empecé a escribir egoístamente
para mí. Para intentar engañar inútilmente mi soledad. Me sentía
acompañado por lectores inexistentes.
Ahora me repugna la autocompasión y egoismo que veo en estas líneas. El engaño mantenido de hablar con esa sombra imaginándola viva.
No me siento con derecho a hurtártelas estando dirigidas a ti. En cualquier caso su lugar ya no es este.