domingo, 9 de octubre de 2022

STEP FORWARD

Escribo a impulsos, a espasmos. Cuando quiero hablar contigo y sólo te encuentro aquí. ¿Cómo es posible que no haya escrito nada en más de un año?

La vida se abre. No deja de abrirse y cerrase, en un movimiento de anémona. Ahora se abre y siento el dulce vértigo de ir a dar esos pasos que lo cambiarán todo.

Quedó atrás Madrid, y luego Vitoria donde parecía que la vida se iba a coagular, a tomar cuerpo para siempre. Y quedó atrás Las Rozas y ahora quedará atrás Galapagar, los paseos por el monte, las comidas en El Naútico...

Hablo de lugares, pero junto con ellos pienso en sus circunstancias, en las esperanzas, las ilusiones y los desencantos vividos en ellos. En toda la vida gastada... amor, hijo, trabajo, amigos


sábado, 3 de julio de 2021

I do miss you so very much


En un podcast de la BBC hablan de una exposición en el Museo Británico de cartas. Cartas escritas en periodos de guerra. Ente esposos, novios, entre madres e hijos....

Hablan de una carta escrita en la I Guerra Mundial por una joven. Escribe a su novio en el frente. La carta comienza diciendo: "I do miss you so very much" (el "do" es enfático y no sé traducirlo: te echo tantísimo de menos). El comentarista se sorprende y dice, probablemente hoy se escribiría simplemente "I miss you too"

Encima de la mesilla de noche tengo un frasco de cristal. En él guardo pequeñas piedas blancas. Ya no caben más. Cuando, en uno de mis paseos, recojo alguna tengo que dejarla en algún cajón o en algún bolsillo.

Margarite Yourcenar escribió un delicioso cuento. En una de las islas griegas un joven pastor a perdido el juicio. Ha conocido a las nereidas, dulces jóvenes medio hadas medio ninfas. Está embriagado por su amor. Han acordado un señal para buscarse y encontrarse. Una piedrecilla blanca, dejada sobre un cercado por el pastor, servirá de señal y aviso. 

El joven espera día y noche, vagando por los campos. Va dejando piedras sobre los cercados y comprueba al poco si una mano furtiva las ha recogido. No ve nada, ni a nadie. Su mirada está perdida no se sabe dónde. Sus labios dibujan una sonrisa que no desparece.

Nadie ha recogido mis piedras blancas que se acumulan en el frasco de cristal. Las he guardado durante años con la esperanza, cada vez más débil, de que una mirada las reconociese. De que una mano las levantara hacia un pecho conmovido.

I do miss you so very much

domingo, 27 de junio de 2021

despertares



A veces creo que me voy a acostumbrar a su presencia. Siempre está ahí, esperándome, buscando mi atención y mi compañía. 

Pese a lo impertinente que es, y pese a lo desagradable que se me hace su presencia, temo acostumbrarme, o resignarme, a ella. 

Es como uno de esos vecinos que se empeñan en trabar relación y estar presentes en tu casa aunque les detestes.Aunque no tengan ningún motivo, más bien al contrario, que les haga pensar que gozan de nuestra simpatía. Insisten e insisten y acaban formando parte del paisaje cotidiano, hasta de la vida familiar.

Ayer volví a ver "Despertares" (Robert de Niro, Robin Willians). En un momento un enfermero le pregunta a uno de los pacientes del hospital psiquiátrico por el motivo de su falta de alegría. No podía entender que recien recuparada la consciencia, tras años de vivir como un vegetal, no estuviese exultante. "¿Como quieres que me sienta?", responde, "mi mujer me ha abandonado, tengo un hijo que no se dónde está y me siento viejo y solo".

A veces tengo la sensación de vivir en una modorra o en un letargo. Mientas la vida transcurre a mi lado, sin darme yo cuenta. Esos instantes de lucidez deberían bastar para dar un salto, para despertar, para de una zancada dejar el camino paralizante  y coger este ortro que percibo vivo.

viernes, 18 de junio de 2021

última cena


Alguna es la última. Hoy con una pocas velas encendidas me ha venido esa idea a la cabea. No tanto de muerte si no más bien de final, de cambio, transformación, metamorfosis...

Años sin ver a un médico y en unas semanas tengo tantas citas que necesito apuntarlas en el calendario. Ven y mira. Vengo y veo...

Ramitas frágiles insolentes, que se alzan al cielo queriendo tratarle de tu. Y no ven que ese azul, cercano y familiar no es si no el negro vacío infinito

no se si es el principio del fin. Sí que es un final posible, por primera vez. Se que esefinal está esperando ya. Y que me ha avisado

domingo, 13 de junio de 2021

tormenta

Ha descargado una violenta tormenta. Las ráfagas de aire me hacían temer por los árboles del jardín. Se zarandeaban agitados por una mano vigorosa que parecía querer desgajarlos.

Qué bendición tener donde refugiarse, desde donde poder asomarse para sentir sobre el rostro, desde la seguridad, el vendabal y la lluvia. Esta tarde asomado a una ventana, a resguardo, recordaba tormentas pasadas, al decubierto, a la intemperie, sin protección alguna.

Y esta tarde vuelvo a sentir esa maldición del silencio, de los abrazos vacíos, de las manos tendidas al aire. De no encontrar calor, cobijo, descanso.


¿Dónde estás que pueda yo buscarte?


sábado, 12 de junio de 2021

M 618


Han pasado ya más de un par de meses pero sigo sintiendo la emoción y el inmenso placer del momento.

Para volver desde Cantoblanco a Galapagar conduzco por la carretera M618. Es una carretera comarcal que cruza el norte del Parque de la cuenca alta del Manzanares.

El breve trayecto, en el crepúsculo de un día al final del invierno, me recuerda vivamente las primeras escapadas en coche con el carnet de conducir recien estrenado. Perdiéndome por pequeñas carreteras buscaba paisajes desconocidos y solitarios, excitado por descubrir algo nuevo, algo diferente, algo mío.

Atravieso un bellísimo paisaje, adormilado aún por el invierno. Los colores tristes, apagados, la luz ya escasa y el camino sinuoso parecen querer pintar en un inmenso lienzo mis sentimientos.

Avanzo sin detenerme, en silencio, no hago fotos. Excepto conducir sin prisa no hago nada para que este momento mágico se prolongue. Temo que vaya a terminar en unos instantes, que no volverá. Y se que escibiré sobre ello.


Viaje a Portugal 3. Oporto


Oporto se me antoja como un mestizo entre Lisboa y Bilbao, así que me siento cómodo, como si ya nos conociésemos de antes.

Me alojo en un fantástico apartamento en el centro, al lado de la Avenida de los Aliados. He dormido bien pese a las tres botellas de vino de la noche y al eros despertado por las arremetidas constantes de L a la camadera que nos atendió a la orilla del río. 

En seguida estoy en la calle. Llueve. Compruebo que es difícil perderse en esta ciudad y compruebo que repito hábitos. Es el primer sábado tras el fin de las restricciones en España y se nota, parejas de matrimonios españoles con niños junto a parejas jóvenes de alemanes y franceses, sin niños, deambulan por el centro. Bajo hasta el río.

¿Qué sentido tiene haberme quedado este fin de semana aquí?... recuerdo: quería descansar, alejarme, tomar aire, recuperar energías. Pero me cuesta relajarme, parar, sentir sin pensar.

Pienso en ir a comer a casa Guedes, descarto repetir en donde cenamos, o probar un restaurante cercano al apartamento que me llama la atención. Al final creo que me sentiría incómodo y compro algo para comer en el apartamento.

El domingo madrugo, sigue lloviendo. He venido con el equipaje justo: una mochila con el ordenador y papeles, y una bolsa de viaje con ropa. No hay sitio para una simple botella de vino. Y absurdamente me obsesiono con esa idea... ¿cómo no llevar alguna botella?, ¿como no llevar unos pequeños regalos?. 

Creo obligaciones que construyen esa torre de babel que se derrumba una y otra vez. En un esfuerzo deseperado quiero verle un sentido que quizá no tenga.