domingo, 27 de junio de 2021

despertares



A veces creo que me voy a acostumbrar a su presencia. Siempre está ahí, esperándome, buscando mi atención y mi compañía. 

Pese a lo impertinente que es, y pese a lo desagradable que se me hace su presencia, temo acostumbrarme, o resignarme, a ella. 

Es como uno de esos vecinos que se empeñan en trabar relación y estar presentes en tu casa aunque les detestes.Aunque no tengan ningún motivo, más bien al contrario, que les haga pensar que gozan de nuestra simpatía. Insisten e insisten y acaban formando parte del paisaje cotidiano, hasta de la vida familiar.

Ayer volví a ver "Despertares" (Robert de Niro, Robin Willians). En un momento un enfermero le pregunta a uno de los pacientes del hospital psiquiátrico por el motivo de su falta de alegría. No podía entender que recien recuparada la consciencia, tras años de vivir como un vegetal, no estuviese exultante. "¿Como quieres que me sienta?", responde, "mi mujer me ha abandonado, tengo un hijo que no se dónde está y me siento viejo y solo".

A veces tengo la sensación de vivir en una modorra o en un letargo. Mientas la vida transcurre a mi lado, sin darme yo cuenta. Esos instantes de lucidez deberían bastar para dar un salto, para despertar, para de una zancada dejar el camino paralizante  y coger este ortro que percibo vivo.

viernes, 18 de junio de 2021

última cena


Alguna es la última. Hoy con una pocas velas encendidas me ha venido esa idea a la cabea. No tanto de muerte si no más bien de final, de cambio, transformación, metamorfosis...

Años sin ver a un médico y en unas semanas tengo tantas citas que necesito apuntarlas en el calendario. Ven y mira. Vengo y veo...

Ramitas frágiles insolentes, que se alzan al cielo queriendo tratarle de tu. Y no ven que ese azul, cercano y familiar no es si no el negro vacío infinito

no se si es el principio del fin. Sí que es un final posible, por primera vez. Se que esefinal está esperando ya. Y que me ha avisado

domingo, 13 de junio de 2021

tormenta

Ha descargado una violenta tormenta. Las ráfagas de aire me hacían temer por los árboles del jardín. Se zarandeaban agitados por una mano vigorosa que parecía querer desgajarlos.

Qué bendición tener donde refugiarse, desde donde poder asomarse para sentir sobre el rostro, desde la seguridad, el vendabal y la lluvia. Esta tarde asomado a una ventana, a resguardo, recordaba tormentas pasadas, al decubierto, a la intemperie, sin protección alguna.

Y esta tarde vuelvo a sentir esa maldición del silencio, de los abrazos vacíos, de las manos tendidas al aire. De no encontrar calor, cobijo, descanso.


¿Dónde estás que pueda yo buscarte?


sábado, 12 de junio de 2021

M 618


Han pasado ya más de un par de meses pero sigo sintiendo la emoción y el inmenso placer del momento.

Para volver desde Cantoblanco a Galapagar conduzco por la carretera M618. Es una carretera comarcal que cruza el norte del Parque de la cuenca alta del Manzanares.

El breve trayecto, en el crepúsculo de un día al final del invierno, me recuerda vivamente las primeras escapadas en coche con el carnet de conducir recien estrenado. Perdiéndome por pequeñas carreteras buscaba paisajes desconocidos y solitarios, excitado por descubrir algo nuevo, algo diferente, algo mío.

Atravieso un bellísimo paisaje, adormilado aún por el invierno. Los colores tristes, apagados, la luz ya escasa y el camino sinuoso parecen querer pintar en un inmenso lienzo mis sentimientos.

Avanzo sin detenerme, en silencio, no hago fotos. Excepto conducir sin prisa no hago nada para que este momento mágico se prolongue. Temo que vaya a terminar en unos instantes, que no volverá. Y se que escibiré sobre ello.


Viaje a Portugal 3. Oporto


Oporto se me antoja como un mestizo entre Lisboa y Bilbao, así que me siento cómodo, como si ya nos conociésemos de antes.

Me alojo en un fantástico apartamento en el centro, al lado de la Avenida de los Aliados. He dormido bien pese a las tres botellas de vino de la noche y al eros despertado por las arremetidas constantes de L a la camadera que nos atendió a la orilla del río. 

En seguida estoy en la calle. Llueve. Compruebo que es difícil perderse en esta ciudad y compruebo que repito hábitos. Es el primer sábado tras el fin de las restricciones en España y se nota, parejas de matrimonios españoles con niños junto a parejas jóvenes de alemanes y franceses, sin niños, deambulan por el centro. Bajo hasta el río.

¿Qué sentido tiene haberme quedado este fin de semana aquí?... recuerdo: quería descansar, alejarme, tomar aire, recuperar energías. Pero me cuesta relajarme, parar, sentir sin pensar.

Pienso en ir a comer a casa Guedes, descarto repetir en donde cenamos, o probar un restaurante cercano al apartamento que me llama la atención. Al final creo que me sentiría incómodo y compro algo para comer en el apartamento.

El domingo madrugo, sigue lloviendo. He venido con el equipaje justo: una mochila con el ordenador y papeles, y una bolsa de viaje con ropa. No hay sitio para una simple botella de vino. Y absurdamente me obsesiono con esa idea... ¿cómo no llevar alguna botella?, ¿como no llevar unos pequeños regalos?. 

Creo obligaciones que construyen esa torre de babel que se derrumba una y otra vez. En un esfuerzo deseperado quiero verle un sentido que quizá no tenga.

 

viernes, 11 de junio de 2021

Viaje a Portugal 2. Stelia

Domingo noche en mi apartamento. Empiezan a asaltarme la inquietud y las preguntas se multiplican: ¿cómo será la empresa?, ¿tendremos una primera reunión con los responsables de RRHH y Calidad?, ¿cómo serán las instalaciones?, ¿y los alumnos?... dedico un rato a preparar el material del primer día y veo con horror que me he dejado el cargador del portátil en casa.

A la mañana desayuno una infusión y unos yogures. Bajo puntual a la calle y constato la impuntualidad de L que va a ser norma el resto de la semana. Llevo puesta una de las camisas bordadas con el logo que me han dado, corbata y chaqueta que oculta pudorosamente ese logo que me resulta demasiado llamativo.

Llegamos a las instalaciones a las 8 en punto, aunque habíamos previsto estar media hora antes por los trámites y controles a la entrada. Sencillamente están reducidos al mínimo. De hecho, sorprendentemente, en el interior no hay control de acceso alguno, se puede acceder a todas las dependencias y todas las puertas se pueden abrir.

Nos reciben directamente los alumnos, aparece fugazmente la responsable de RRHH a la que pido hacer un recorrido por las instalaciones para ver el trabajo que realizan. Accede muy servicial pero nos guían los propios alumnos. Me quedo un poco desconcertado.

Sin más prolegómenos empezamos el curso y me veo obligado a hacer una presentación del mismo que suponía haría la dirección y el propio L. Improviso y las tablas me sacan del apuro.

A partir de ahí comienza una semana intensísima: 8 horas de clase, 3/4 de hora para comer y tardes dedicadas a preparar la jornada siguiente.

Para comer nos indican un pequeño restaurante que está a apenas 100 metros de la entrada. Por 6€ ofrecen un plato generoso, con guarnición de arroz y ensalada o patatas fritas, bebida postre y café. Más que suficiente. El primer día como con P y L y pido raya. Pregunta el camadero si comemos "con vino" y P cree que nos ofrece un pescado que se llama "convino", ¡menos mal que sabe portugués!. Nos reimos y comentamos esa primera mañana que nos hace ser optimistas. El resto de días como solo; bacalao, potas, verdinas.



jueves, 10 de junio de 2021

Viaje a Portugal 1. FamaliÇao


Me animo a escribir tras las palabras de aliento de mi amigo A y también de L. Quizá escribiendo puedo decir aquello que no puedo decir de palabra, hablando, sin el velo que pone tiempo y distancia. Quiero escribir sobre varias cosas: un trayecto por una carretera comarcal, un viaje a Portugal... empezaré por esto último.

Tras ciertas bacilaciones y la narración del cuento de la lechera por n-ésima vez se confirmó finalmente la posibilidad de ir a Santo Tirso, Portugal, para impartir un curso, del 10 al 14 de mayo. No me lo pienso: de cabeza... pido una semana de vacaciones en el trabajo y comienzo a preparar el viaje: vuelo el domingo anterior y el fin de semana siguiente me quedaré en Oporto descansando y conociendo la ciudad.

Las semanas previas, intensísimas, me hacen recuperar ilusión y motivación. La preparación del contenido, todas las incógnias que van surgiendo y amontonándose, me hacen sentir "vivo",  profesionalmente e intimamente.

Viajo en un ERJ190 de Aireuropa hasta Oporto. Me hace ilusión, fui contratado para trabajar en el diseño de este avión en  mi primer trabajo aeronáutico. El aeropuerto desierto a la llegada, caminatas interminables por pasillos desiertos que terminan ante una garita de policía, imágen ya casi olvidada de cuando era habitual encontar controles de pasaporte en las aduanas. La PCR y el DNI me abren la puerta y desembarco en un inmenso hall desolado. El día en Oporto es gris y lluvioso. Espero un buen rato hasta que me recogen P y L.

Ponemos rumbo hacia FamaliÇao que va a ser nuestra "base de operaciones" durante esta semana. Apenas soy consciente del paisaje que el coche atraviesa, entretenido por la conversación y demasiado pendiente de algunos detalles como los carteles de la autopista, los coches que adelantamos y las caras de sus conductores. Siento ese desconcierto de sentirme un voyeaeur observando una intimidad cotidiana a la que no pertenezco.

En famaliÇao me han reservado un mini apartamento en el centro. Nuevo, limpio, cómodo, bonito. Deshago la maleta y en seguida salgo a dar una vuelta para ambientarme en esta pequeña ciudad . Primera sorpresa, en las calles exhiben arreglos florales que son como pequeños monumentos eregidos... ¿a qué?. Cerca del apartamento un precioso gallo me da la bienvenida y me hace reconocer y admirar la sensibilidad de un pueblo que decora sus calles con flores. 

No me da tiempo a mucho más, oigo que me llaman P y L y me proponen ir a hacer algo de compra, acepto para llenar la nevera: algo de fruta, queso, cervezas y algo para desayunar. En el hipermercado de las afueras encuentro mil tipos de quesos, las primeras botellas de oporto de marcas para mí desconocidas y los bacalaos salados en piezas enteras.

Tras dejar la compra en el apartamento nos vamos a cenar a Oporto, a casa Guedes. En el trayecto ya me fijo más en el paisaje. Muy verde, muy poblado, muy disperso. Se ve riqueza.